Josep París: “Vivimos de espaldas al envejecimiento”

Enfermero especialista en Enfermería geriátrica y gerontológica

Casi más de 300.000 personas mayores de 65 años viven solas en Cataluña. Si su situación de salud es buena, esto no es una mala noticia, pero el problema llega cuando dejan de tener autonomía y necesitan ser cuidados. ¿Qué pasa en estos casos?

La persona mayor cuando pasa a ser dependiente empieza a perder facultades y en el entorno familiar en función de la patología habrá más o menos afectación. El alcance de la carencia de autonomía puede ser diversa, en función de cada situación: si es una persona que ha sufrido una fractura y después de la estancia en el hospital vuelve a su domicilio, posiblemente habrá que hacer una serie de adaptaciones, pero si lo que pasa es que entra en una demencia, las implicaciones serán radicalmente diferentes.

A menudo los hijos se sienten obligados a asumir la figura de cuidador de los padres, por  una cuestión moral o de principios. Entonces llega el dilema: ¿hay que buscar profesionales para hacer esta tarea?

Siempre es bueno contar con una ayuda profesional, con un equipo multiprofesional que pueda cuidar de su familiar en su domicilio. Si no es posible y es necesario asumirlo ellos mismos, aconsejo que se dejen guiar con profesionales de atención a la dependencia, en cómo movilizarlos, como darles de comer o como hacer la higiene. Y sobre todo hay que buscar espacios para poder descansar.

Cuando pensamos en envejecer nunca pensamos que perdemos la autonomía y que llegará el deterioro. ¿Nos da miedo?

La sociedad tiene que estar mentalizada que tenemos que envejecer, que en algunos casos supone pérdidas y un cierto deterioro cognitivo y que nuestros padres o madres o hermanos pueden tener una disminución de estas capacidades.

Es muy diferente haber afrontado la etapa del envejecimiento que no haberla afrontado. Si un cuidador se encuentra de hoy para mañana que tiene que cuidar a los padres, la situación puede ser mucho más drástica que si ha podido programar, hablar y planificar.

Hay que planificar la vejez y sobre todo ¿qué hacer ante la carencia de autonomía?

Vivimos en una sociedad que vive de espaldas al envejecimiento, no nos planteamos que un día envejeceremos y viviremos una situación de carencia de salud. Envejecemos el día que dejamos atrás una etapa laboral activa y es verdad que tenemos más esperanza de vida y que quienes hoy se jubilan a los 65 años hoy en día no tienen nada que ver con quienes lo hacían a la misma edad hace 20 años atrás.

Pero parece que cuando las personas dejan de ser laboralmente activas ya no interesan a la sociedad.

Hay personas a quienes les da miedo pensar-lo.

Es bueno hacer el documento de voluntades anticipadas y designar un tutor que especifique qué queremos cuando seamos mayores, en caso de llegar un momento que ya no nos podamos expresar. Hay que hablar del envejecimiento con mi familia, porque si no se hace puede llegar el momento que los hijos tengan que decidir sin conocer la voluntad de la persona y esto les puede comportar un dilema ético. ¿Estaré haciendo aquello que el padre o la madre querían? Y si no se ha hablado antes no sabrán si respetan o no su voluntad.

A veces no se ha hecho una planificación económica y esto puede acabar siendo un drama para la familia.

“No hacer una planificación económica

de la vejez puede suponer un drama familiar”

¿La nuestra es una sociedad cuidadora?

De manera individual, hay personas que lo son por voluntad, por historia familiar, porque les sale de dentro, pero globalmente no. Existen iniciativas como el proyecto Ciudades Amigables de la Gente Mayor, impulsadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que van en la línea de crear entornos adaptados para las personas mayores pero todavía nos hace falta avanzar mucho en este camino.

Las instituciones son las primeras que en muchas ocasiones maltratan a las personas mayores desde el punto de vista económico, impidiendo tener acceso a productos sanitarios o a determinados alimentos que los ayudaría en situación de enfermedad, porque tienen que sobrevivir con pensiones muy exiguas.

“El cuidador tiene que buscar espacios

para descansar y cuidarse para poder cuidar”

A menudo nos encontramos con personas mayores que acaban siendo cuidados por los hijos o por familiares. ¿Que aconseja en estos casos?

Es bueno que esta persona busque espacio para descansar, relajarse y cuidarse. Hay que dejarse asesorar por un profesional, conocer los recursos e intentar planificar todo lo que se pueda necesitar para cuidar a la persona. Es importante que el cuidador se alimente bien, administre las fuerzas y no abandone las relaciones sociales.

Usted es coautor del libro Cuídate. Quince vivencias personales de cuidadoras, (Plataforma editorial) sobre esta situación. ¿Qué pretenden con esta obra?

Con este libro hemos querido dar voz a 15 personas que están o han estado cuidando a un familiar, dar visibilidad a un trabajo oculto socialmente, que a menudo se desarrolla entre las cuatro paredes del domicilio. Son personas que de un día para el otro se encuentran en esta situación.

Mostramos historias reales de personas anónimas que están en contacto con el sufrimiento, hijos que cuidan de los padres por un Alzheimer, un deterioro cognitivo o un cáncer, padres que cuidan a los hijos con autismo, voluntarios que cuidan de personas mayores o familiares que cuidan de sus seres queridos a lo largo de su vida.

¿La figura del cuidador está suficientemente valorada?

No está suficientemente reconocida. En algunos casos nos encontramos con personas que tienen que dejar de trabajar para cuidar del padre o madre y no tienen ningún tipo de respaldo laboral para poder reducir las horas. Queda todavía mucho camino por recorrer.