El otro día, al salir de casa, me topé con Alfred. Es un hombre de casi 80 años que vive en mi barrio y que se jacta de ser no sólo consumidor de tecnología sino también colaborador activo del mundo digital.

Alfred interactúa en redes sociales, tiene correo electrónico, juega a videojuegos, escribe un blog y se ha descargado un par de aplicaciones para mantenerse sano y en forma. Pero lo que más sorprende es que también ha adaptado una aplicación que utiliza su limpio para que se ajuste a su ritmo de vida y le permita compartir sus progresos con la familia y amigos.

El caso de Alfred podría parecer excepcional, pero según estudios sociológicos recientes no lo es tanto. Cada vez hay más personas mayores que se implican directamente en el mundo de la tecnología, y no sólo como usuarios. De hecho, los investigadores ya los llaman los “tecnogenarios”, abuelos y abuelas que participan de un envejecimiento activo, que adaptan la tecnología a sus necesidades y la utilizan a favor de su salud y su bienestar.

El término lo usó por primera vez en 2010 la profesora Kelly Joyce, de la National Science Foundation de Estados Unidos. Kelly ha centrado sus estudios en la interrelación entre ciencia, tecnología y tercera edad, y quizás una de sus conclusiones más interesantes es que la gente mayor no es incompetente tecnológicamente ni incapaz de introducir los avances científicos en su vida.

Los mismos estudios, sin embargo, reconocen que no abundan los “tecnogenarios” en todos los estratos sociales y que, cuanto más alto es el nivel económico y cultural, más probabilidad hay de encontrar ancianos que sea activa tecnológicamente.

Apuntan que habría que dedicar más esfuerzos a implementar herramientas tecnológicas dirigidas a los más grandes para ampliar este número de “tecnogenarios” en nuestra sociedad, y que se deberían implicar tanto investigadores como poderes institucionales. Esto contribuiría a hacer que la tecnología no sea un factor de diferenciación o de discriminación social entre la gente de edad avanzada, sino una herramienta a favor de la salud y la independencia de nuestros abuelos que, al mismo tiempo, también les ayude a luchar contra la soledad.

El fenómeno “tecnogenario” demuestra, en definitiva, que otra vejez es posible y que podemos tener un envejecimiento diferente y de más calidad. Como el de mi vecino Alfred.

Font: ccma.cat

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