El sonido es vida. En nuestro día a día nos envolvemos de sonidos que enriquecen la comunicación entre nosotros. Si bien alguno de ellos puede afectar a nuestra salud o estado de ánimo. Hoy en día vivimos en un mundo ruidoso al que ya nos hemos acostumbrado, pero existen situaciones  donde la exposición a sonidos altos y/o molestos durante un largo tiempo puede dañar nuestro sistema auditivo.

Con la premisa  de que cada individuo percibe de manera distinta cada sonido, éste puede ser desagradable hasta llegar a ser intolerable, convirtiéndose en ruido. El ruido, por consiguiente, es esa sensación auditiva no agradable que interfiere en nuestra rutina y nos molesta, afectando a todo nuestro cuerpo.

A continuación presentaremos el impacto que tiene la exposición al ruido según los siguientes niveles:

  • Impacto Fisiológico; es el que se produce en el trabajo o ambientes sonoros en torno a los 100 decibelios (dB), la exposición a estos ruidos puede causar la pérdida parcial o total de la audición.
  • Impacto Psíquico; el resultado de una exposición excesiva de ruido, desembocan en males patológicos como el estrés, alteraciones del sueño, disminución de la atención, depresión, falta de rendimiento o agresividad, etc.
  • Impacto social; alteraciones en la comunicación, el rendimiento, etc.

El oído es un órgano complejo que puede dañarse si se somete a este tipo de ruidos. Las células ciliadas, que se encuentran dentro de nuestro oído, son las encargadas de convertir el sonido en impulsos nerviosos para que nuestro cerebro las  intérprete. Un aumento de volumen recae sobre las mismas y provoca deterioro con el tiempo, perdiendo sus facultades y la capacidad de restituirse. Por ello, es muy importante cuidar el oído.

A partir de 100 dB, el sonido empieza a ser molesto. Con 120 dB, el sonido es insoportable provocando incomodidad y agotamiento. Nuestro propio oído reacciona a fuentes de sonido de esta intensidad cuando se acerca a nuestro umbral de inconfort,  que es el protector auditivo natural del cuerpo. 85 dB es la intensidad sonora que nuestro oído puede tolerar durante 8 horas al día. Al incrementar dicha intensidad en tan solo 3 dB, esta sensación se dobla y, reducimos a la mitad el tiempo de tolerancia de exposición a esta. Por lo tanto, al aumentar los decibelios, el tiempo será menor. En conclusión, se puede afirmar que las personas pueden llegar aguantar sonidos de 110 dB por minutos.

Si una persona está expuesta durante un periodo de tiempo incluso corto, a sonidos fuertes y de alta intensidad superiores a 85 dB, es aconsejable el uso de protectores auditivos (tapones, orejeras, etc.) debido a que puede ser perjudicial en el tiempo a nuestra salud auditiva. Los protectores auditivos, entre otras cosas, amortiguan la intensidad del sonido a niveles más bajos.

Tan importante es la salud auditiva en nuestra sociedad actual y moderna que, frente a este bombardeo de sonidos, agradables o no, las autoridades de muchos países han establecido protocolos para definir los límites máximos de ruido.

A continuación, vamos a poner algunos ejemplos de ruidos superiores a la tolerancia.

  • Discusiones a gritos.
  • Ruido de un motor.
  • Sirena de tren.
  • Sonido de sirenas de ambulancia, policía, bomberos, etc.
  • Sierra mecánica.
  • Perforadora de rocas.
  • Guarderías y llanto de bebe.
  • Escuchar música con volumen alto con auriculares de botón o in-ear.
  • Cadenas industriales, textiles, etc.
  • Concierto de música rock.
  • Martillo neumático.
  • Motor a reacción de avión en reposo.
  • Alarma de incendios.
  • Taladro neumático.
  • Despegue de avión.
  • Petardos, fuegos artificiales, etc.

Heribert Arqué

Audioprotesista en su centro Salesa – General Mitre.