El aumento de la esperanza de vida, el descenso de la fecundidad y el crecimiento de las personas centenarias configuran un mundo envejecido que deberá revisar todas las infraestructuras sociales para poder sostener la economía y asistir a las personas dependientes.
La demografía de los siglos XX y XXI ha sido y es sobre todo una demografía del envejecimiento, tanto en el plano individual como poblacional; y el envejecimiento de la población, que en otro tiempo se consideró como un asunto de las economías desarrolladas de Europa y América del Norte, es hoy un fenómeno verdaderamente global que está llegando a América Latina y que tiene como única excepción notable la región del África subsahariana, que mantiene una relativa juventud en términos demográficos.
Como individuos, vivimos cada vez más. La esperanza de vida al nacer se ha incrementado en el plano global y ha pasado de 47 años a mediados del siglo XX a unos 71 años hoy en día, y se espera que llegue a 78 años a mediados de siglo y a 83 años a finales. Como poblaciones, también estamos envejeciendo, puesto que cada vez son más amplias las franjas demográficas de mayor edad. Y como familias, cada vez tenemos menos hijos.
Las infraestructuras sociales (educación, empleo, vivienda, transporte, atención sanitaria y social) tendrán que ser adaptadas a las necesidades de unas poblaciones de edad extrema.
Fuente: La Vanguardia