Las personas mayores activas piden evitar los errores de la primera oleada, en que se fueron aislados en casa
La nueva normalidad ha durado tan poco que a Pilar Riu, de 73 años, la alegría de volver a la actividad de su casal le duró exactamente dos sesiones. Ahora que Cataluña se reconfina, ya hace semanas que lo cierre de centros y hogares de personas mayores ha dejado sin buena parte de la oferta de ocio y puntos de socialización el millón y medio de catalanes de más de 65 años que, independientemente de su estado de salud o grado de movilidad, sufren las mismas restricciones basadas en el único criterio de la edad.
Esta es la gran queja, la de estar encasillados como un colectivo homogéneo de gente hipervulnerable a quien se tiene que proteger, sin tener en cuenta la heterogeneidad de perfiles, se queja Luz Delàs, de 76 años, psicogeriatra y presidenta de la Fundación Roure. “Las personas mayores son las grandes maltratadas”, estalla en una conversación donde exhibe vitalidad y reivindicación en primera persona porque se acabe con la “edatismo”, la discriminación por la edad que se ha acentuado durante la pandemia, porque se ha ultraprotegido el grupo.
Por eso Albert Quiles, director de la asociación Amigos de la Gente Mayor, aboga para referirse a las personas mayores como un “grupo de edad y no un colectivo”, apelando a esta diversidad de situaciones, defiende que los centros ahora cerrados son un “pilar fundamental” y lamenta que no haya habido el mismo “consenso social” para mantenerlos abiertos que con las escuelas. “La gente mayor no tiene la misma fuerza y se lo asocia a muerte, vulnerabilidad o foco de contagio, pero no se los ha preguntado su opinión”, constata.
No se puede volver a los cierres del grupo de la primavera, alerta Delàs, una de las participantes en los debates online de la Fundación FiraGran y Mémora, para quien las consecuencias negativas de mantener en casa la gente mayor activa es fatal.
Fuente: https://www.ara.cat/