“Hablar de la muerte nos ayuda a vivir mejor, porque nos enseña a valorar cada momento”
Josep París es experto en el acompañamiento al final de la vida y en la humanización de la atención a las personas mayores. Como director de desarrollo de Mémora impulsa programas de apoyo emocional para familias y profesionales sanitarios y sociales.
París, enfermero especialista en geriatría, ha dedicado prácticamente toda su vida al ámbito de la salud y el cuidado. También ha sido gerente del Colegio Oficial de Enfermeras y Enfermeros de Barcelona y director de una residencia asistida. Además, es coautor del libro “Cuídate. Quince vivencias personales de cuidadores”, y desde 2012 comparte reflexiones en su blog Cata de vida.
En esta entrevista, el también vicepresidente de la Fundación FiraGran habla sobre la necesidad de romper el tabú de la muerte, planificar el final de la vida y dignificar el acompañamiento en esta etapa.
- Comencemos hablando de la muerte, a pesar de que no sea habitual. De hecho, aún hoy, la muerte sigue siendo un tema tabú. ¿Por qué cree que nos cuesta tanto hablar de ello?
Nos cuesta hablar de la muerte porque nos enfrenta a nuestra propia vulnerabilidad. En una sociedad que premia el control y la seguridad, la muerte es la única certeza que no podemos esquivar. Nos da miedo, nos incomoda y, a menudo, preferimos mirar hacia otro lado. Pero ocultarla no la hace desaparecer, solo nos deja menos preparados para cuando llega. - Usted defiende que hablar de la muerte nos ayuda a vivir mejor. ¿En qué sentido?
Cuando aceptamos la muerte como parte de la vida, la vivimos de una manera más plena. Hablar de ella nos permite poner en orden lo que es realmente importante, cuidar los vínculos y prepararnos emocionalmente. No se trata de vivir con tristeza, sino con conciencia y gratitud por el tiempo que tenemos. - ¿Cómo podemos hacer que la sociedad asuma la muerte con más serenidad y naturalidad?
Normalizando la conversación desde pequeños, integrándola en la educación, hablándolo en familia y en los espacios sociales. También a través de iniciativas como las que llevamos a cabo desde la Fundación Mémora, donde ayudamos a romper este tabú desde una mirada humana y cercana. - De hecho, todo se resume en humanizar el final de la vida. ¿De qué estamos hablando exactamente cuando hablamos de esto?
Humanizar el final de la vida significa respetar los deseos y necesidades de cada persona, garantizar una despedida digna y ofrecer apoyo emocional a la familia. Es poner a la persona en el centro, más allá de protocolos médicos o trámites administrativos. - ¿Cuáles son los elementos esenciales para garantizar un final de vida digno y respetuoso?
El acompañamiento emocional, la adecuación del tratamiento médico a los deseos del paciente, el respeto a las creencias personales y la presencia de los seres queridos. Nadie debería marcharse solo ni con un dolor evitable. - En nuestro país, ¿tenemos los recursos necesarios para ofrecer este acompañamiento? ¿Qué habría que mejorar en el ámbito sanitario y social?
Hay profesionales muy comprometidos, pero todavía faltan más recursos para cuidados paliativos, más apoyo a los cuidadores y una mejor integración del final de la vida en la atención sanitaria y social. Debemos avanzar hacia un sistema que no solo alargue la vida, sino que garantice una buena muerte. - Acompañar a una persona en el final de la vida puede ser muy duro para la familia. ¿Cómo pueden gestionar emocionalmente este proceso?
Con información, apoyo y aceptando las emociones que van surgiendo. Es importante no vivir este proceso en soledad y buscar acompañamiento, ya sea en grupos de duelo, terapia o con personas que hayan pasado por experiencias similares. - Los profesionales sanitarios y sociales que atienden a personas en esta etapa también necesitan apoyo. ¿Qué es lo más difícil para ellos y cómo se les puede ayudar?
Lo más difícil es la carga emocional y la sensación de no poder hacer lo suficiente. Necesitan espacios para compartir, formación en gestión emocional y apoyo psicológico para evitar el desgaste profesional. - En su blog Cata de vida, ha reflexionado mucho sobre la importancia de planificar el final de la vida. ¿Por qué cree que es importante hacerlo?
Porque nos da tranquilidad y evita decisiones difíciles a nuestros familiares. Planificar nos permite decidir cómo queremos ser atendidos, dejar escrito nuestro testamento vital y asegurarnos de que nuestros deseos se respeten. - ¿Qué aspectos deberíamos tener en cuenta a la hora de preparar esta etapa?
El documento de voluntades anticipadas, la organización de los aspectos legales y patrimoniales, y también hablarlo con nuestros seres queridos. La clave es hacerlo en vida, con serenidad y sin prisa. - Todavía hay reticencias a hablar de temas como los testamentos vitales o las decisiones anticipadas. ¿Cómo podemos normalizar esta conversación con nuestras familias?
Introduciéndola de manera natural, aprovechando situaciones cotidianas o experiencias de otras personas. Hablar de ello no es llamar a la muerte, sino tomar el control sobre cómo queremos vivir hasta el final. - La soledad no deseada es una realidad que afecta a muchas personas mayores. ¿Cómo podemos garantizar que nadie tenga que afrontar esta etapa en soledad?
Con redes de apoyo comunitarias e implicándonos como sociedad. No podemos delegarlo todo en las instituciones; el cuidado de las personas mayores es una responsabilidad colectiva. - Hablemos ahora de los cuidadores. De hecho, usted, en el libro “Cuídate”, recoge historias reales de personas que cuidan a gente en su última etapa de la vida. ¿Qué es lo más valioso que ha aprendido escuchando estas experiencias?
Que cuidar es un acto de amor, pero también, a veces, de gran sacrificio. Y que para cuidar bien, hay que cuidarse a uno mismo. Los cuidadores a menudo se ponen en segundo plano, y eso puede llevarles al agotamiento físico y emocional. - Usted también ha trabajado en diferentes ámbitos relacionados con la salud, la enfermería y el cuidado de las personas mayores. ¿Cómo ha evolucionado su visión sobre la manera en que afrontamos la muerte y el duelo?
Con los años, he visto que cada vez hay más conciencia sobre la importancia del acompañamiento y del duelo. Pero todavía queda mucho por hacer para integrar estos procesos en la sociedad de una manera más natural. - Ahora también, como director de desarrollo de Mémora en Cataluña, desarrolláis programas de apoyo emocional para familias y profesionales. ¿En qué consisten?
Trabajamos ofreciendo grupos de duelo, charlas, asesoramiento personalizado y actividades para promover el bienestar emocional. Nuestra misión es estar ahí para acompañar a las personas cuando más lo necesitan. - Para terminar, si tuviera que dar un consejo a alguien que tiene miedo de hablar de la muerte, ¿qué le diría?
Que el miedo no desaparece si lo ignoramos, pero sí cuando lo afrontamos. Hablar de la muerte nos ayuda a vivir mejor, porque nos enseña a valorar cada momento y a prepararnos para despedirnos con paz