Tengo 56 años. Soy de Barcelona. Soy enfermero, especialista en enfermería geriátrica y gerontológica. Tengo una hija, Alexia (21), y vivo en pareja. ¿ Política? Tiendo a la izquierda. ¿Creencias? No. Habíamos matado a la muerte, pero el coronavirus la resucita: ¡hablemos de ella!
Qué diferencia al enfermero del cuidador?
El enfermero es licenciado universitario, puede doctorarse. Y cuidador… ¡cuidador lo somos todos!
¿Yo también?
Habrá alguien, aún sano, a quien cuidas algo. Y si le sucediera algo grave, le cuidarías más.
Que no suceda.
Pero sucederá. Un postoperatorio, un alzheimer veloz, una caída inesperada…
Hombre…
Miras para otro lado para no ver lo frágil que eres, pero es mejor tener eso bien presente.
¿Para qué?
Para anticiparte y prepararte. También ante la muerte. Morirán tus personas queridas, y morirás tú. Hablad padres e hijos, hermanos, nietos, sobrinos y tíos, amigos…
La pandemia nos trae muerte a diario.
Habíamos matado a la muerte y el virus la ha resucitado, es verdad. Este virus está rompiendo el tabú de la muerte.
¿Y eso es bueno?
Es bueno hablar. Y completar el documento de voluntades anticipadas, y decir qué ceremonia querrás, y qué hacer con tus restos.
¡Hoy ni podemos velar al muerto!
Cuando podamos habrá que celebrar rituales de despedida. O la herida supurará.
¿A cuántas familias afecta esto hoy?
A unas 40.000 familias en España, si sumo muertos en hospitales, residencias y casas. El triple que el año pasado en el mismo lapso.
Y no dejábamos, a veces, que el nietecito viese a su abuelo muerto.
Aberrante. Antiguamente veías al muerto en su cama, en casa: aprendías que vida y muerte van de la mano. Ha habido una deriva urbanita, antinatural, de ocultar la muerte.
Hoy te hurta el muerto la ley sanitaria.
Y aparece la mano amiga de la enfermera, que estrecha la del moribundo, y facilita contactar con familiares con tableta, teléfono…
Y está bien, pero no deja de ser triste.
Lo sé. Lo es. Nunca olvidaré a Rosa María.
¿A quién?
La primera paciente que se me murió. Disimulé y me encerré en el baño para llorar.
¿Por qué disimuló?
Quise fingir entereza. Hice mal: mostremos las emociones, eso es algo que aconsejo a enfermeras, y a cuidadores en domicilios.
¿Sí? ¿Qué más podría aconsejarles?
Nadie es tan fuerte que pueda con todo: comunica lo que sientes, pide ayuda. Hay grupos de apoyo informales, colegas y amigos; y además hay grupos profesionales. Cuidador: ¡cuídate!, o el estrés te pasará factura.
Las enfermeras están dándolo todo.
Hemos de cuidarlas, darles mayor respaldo público, pagarles bien, horas de descanso. Y que haya un enfermero en cada residencia.
¿No ha habido ni uno o una?
Sólo en alguna residencia y pagado un 30% menos que en un hospital. Los poderes públicos debieran garantizar una enfermera por residencia, por mucho que quiera lucro
La alta mortalidad en residencias, ¿la atribuye a esa falta de enfermeras?
Ellas saben que si pasas de una habitación a otra debes cambiarte antes los guantes.
¿Las residencias carecían de medios?
Ha faltado planificarlas bien y más dinero público. Porque nuestros mayores se merecen todo nuestro cuidado y atención.
Sí.
Algunas familias se llevaron a sus mayores a sus casas, si no estaban infectados. En alguna residencia, antes de infectarse nadie, se confinaron sus cuidadores ahí, y ha ido bien.
¿Qué repararía usted, si pudiera?
Considero maltrato social que si necesitas en Catalunya una residencia de ancianos pública, entres en listas de espera de dos años.
¿Extraeremos lecciones de esta crisis?
Ojalá cuidemos mucho más a nuestros cuidadores y a nosotros mismos, para disfrutar un día de una vejez buena y digna.
Para hacer bien de cuidador, deme ya alguna pista.
Hay asociaciones de cuidadores: acude a ellas, déjate ayudar, y aprenderás todo. Hay también asociaciones de pacientes, por cierto. Y no caigas en la espiral diabólica.
¿Qué espiral es esa?
Posponer tu propia salud física y emocional. Empeorarás tú y empeorará tu entorno. Como enseña Valentí Fuster: “Hay que saber parar para reparar”. Ah, y mantén siempre tus redes de relaciones interpersonales.
Y, llegada la última hora.
Expresa tus afectos a los tuyos y salda tus conversaciones pendientes: eso serenará tu entorno, confortará a todos, morirás en paz.
Gracias.
Yo grabaré un vídeo divertido para mi funeral, y he pedido que se me incinere y que mis cenizas sean aventadas en mi Barceloneta natal. Y recomiendo hablar de la muerte con los niños desde ahora. Eso les ayudará.
Pues estos días brindan ocasiones.
Sí, debemos educarles en que nos cuidemos los unos a los otros, dado que todos somos frágiles. Y en que moriremos todo un día. Ah, y en el máximo respeto a los ancianos.
Fuente: La Vanguardia