Maria Teresa Giménez, directora de corales

Maria Teresa Giménez (Barcelona, 1928) es una referencia en el ámbito de la pedagogía musical. Ha sido directora de canto de coral catalana y es autora de numerosos libros de pedagogía musical y guías para profesores. Junto con otros autores, ha estado trabajando en la historia de la música en Cataluña, desde la vertiente pedagógica, que verá la luz este 2020.

A pesar de que ella no lo explica directamente, su figura fue clave en el impulso del canto coral en Cataluña y es una firme defensora de la introducción de la música en las escuelas. En el año 2009 recibió la Creu Sant Jordi. Desde hace 11 años, es directora del Festival de Corals de FiraGran, que cada año reúne a más de treinta corales de gente mayor de Cataluña.

Nos recibe en casa suya, en el Poble Sec de Barcelona, donde se deja fotografiar junto a su piano, que había sido propiedad de su profesor de armonía del Liceo de Barcelona, donde sus padres decidieron apuntarla cuando solo era una niña, al ver la afición que tenía a la música y al piano.

Hace algunos meses sufrió una caída, hecho que la ha apartado de dirigir la Coral Mata de Jonc, formada por los padres de los niños de las corales infantiles Esquitx y Espurna, y de tocar el piano. Aun así, hay algo que no ha abandonado. Todos los domingos toca el órgano en su parroquia durante la misa. Y lo hace de memoria, porque la vista ya no le deja leer las partituras.

¿De donde le viene el gusto por la música?

Por herencia familiar, puesto que a pesar de no haber ningún músico profesional, mi madre era muy cantora y mi tío, padrino mío, también tenía una voz muy bonita. Todas las canciones populares que yo conocía las aprendí de mi madre y de mi abuela.

¿Cuando empezó a vincularse?

La hija pequeña de la propietaria del piso donde vivíamos tocaba el piano. Ella me enseñó a poner las manos y le comentó a mi madre que me llevara al conservatorio, donde, desde los seis años, empecé a hacer piano y solfeo, por las tardes cuando salía de la escuela.

¿Qué es el que sentía de pequeña?

Siempre he tenido muy buen oído, sin escribir nada encontraba la canción, la melodía. Yo he vivido de la música, que me ha permitido subir tres hijos y darles una carrera. Uno puede comer de la música y hacer comer otros.

En el año 1966 fundó uno de los coros infantiles de la Coral Sant Jordi, en una etapa en la cual la música era prácticamente inexistente en las escuelas.

En algunas escuelas hacían música, pero no técnicamente. En estos momentos, la música en la escuela no está tan presente como querríamos, porque ha desaparecido de los estudios de magisterio, a la universidad, y no se contempla como una asignatura continuada. Luchamos mucho para que se otorgara el valor que tienen las enseñanzas de canto coral.

¿Por qué es importante que la música esté en la escuela?

Porque tenemos la suerte que la música tiene de todo. Ayuda a captar la atención, se trabaja la memoria, tiene movimiento. Con la música puedes hacer e introducir todo tipo de juegos e introducir una materia que puede ser más molesta.

Mezclar la música por ejemplo para aprender las tablas de multiplicar o para ayudar con las ciencias naturales. El ritmo y la cancioncilla ayuda a introducir conocimientos.

¿Quién canta su mal espanta?

Sí, seguro! Sobre todo si una se entrega. Yo lo he podido comprobar. He llegado a dar una clase y a la acabar pensar: “¡Ahora aquel problema ya no me preocupa tanto!”.

¿Cómo empezó a trabajar en el mundo de la música?

Empecé a hacer de maestra de música a una mujer viuda joven, a quién enseñé a tocar el piano en su casa.

El primer contacto con el canto coral lo tuve al año 1964, porque me ofrecieron la posibilidad de acompañar con el piano una obra de Brahms y me empecé a introducir en este ámbito, con la Coral Sant Jordi.

¿La música la ayuda a comunicarse con generaciones más jóvenes?

Con mucha facilidad. Mis nietos y ahora bisnietos me ven muy mayor y sin darse cuenta, cuando cantan una canción y me ven que la sigo, me preguntan: “También la sabes, abuela?”. La música ayuda a establecer comunicaciones, a explicarse y compartir vivencias.

¿Es posible empezar a cantar cuando uno es mayor si no lo ha hecho nunca?

A veces sí, a veces no. Pero la gente se da cuenta que tiene una facultad que no ha explorado y se lo pasa bien. No solo es ir a cantar por el simple hecho de cantar y de aprender música. A veces van a cantar y no saben leer las partituras, pero lo aprenden con las señales que les hace el director de la coral.

La mayoría de personas de la coral Mata Jonc, que hasta hace un año todavía dirigía, tenían nociones de música, pero todos mostraban un interés y cuando hay interés por algo uno sale adelante.

En general todo el mundo es capaz de cantar, pero los directores tenemos que tener tiempo y poner ganas. Si detectas, quizás, a alguien que nunca lo hará bien, entonces le dices, discretamente, que cante flojito y que se fije mucho en lo que hace el resto. Y le dices: “¡Ya verás como lo harás!”. Hay que abrir perspectivas cuando parece que se acaban.

Para algunos, la música es un refugio, para otros, como mi caso, ha sido una manera de vivir. Para muchas personas, ha sido descubrir unas posibilidades que desconocían.

¿Qué aporta a una persona mayor?

La gente mayor somos capaces de muchas cosas más, además de jugar a cartas, domino o hacer ganchillo. Es una etapa de redescubrir o descubrir nuevas cosas.

Hay muchas cosas que se ponen en funcionamiento cuando hacemos música: desde aguantar la partitura, aunque no leas, hasta saber que aquí tenemos que tirar la voz hacia arriba, son pequeñas cosas que las haces observando. Y finalmente alguien puede decir: “¡no habría pensado nunca que podría cantar!”

¿Hay repertorios específicos para la gente mayor?

El repertorio se tiene que elegir según cada grupo. Hacemos unos talleres para directores de corales, para darles ideas, porque a veces se eligen repertorios que no son adecuados y esto no quiere decir que sean aburridos. Hay que analizar, hablar y discutir cada canción.

De entrada, lo importante es que el tema de las canciones interesen a los cantantes, puesto que así se aprenden rápido. Es clave saber captar la atención y explicar el contexto de cada pieza. La elección del repertorio es muy delicada. Es también importante tener en cuenta la tesitura de la voz, que cambia con la edad. Si se seleccionan canciones muy agudas no consigues el resultado deseado.

¿Qué le parece introducir idiomas extranjeros en el grupo coral?

¡Cuidado con hacerlo! A menudo a las personas mayores les cuesta mucho, pues la mayoría no tienen conocimientos de idiomas extranjeros. Hay idiomas más próximos como el italiano y algunos también saben francés, pero no todo el mundo.

¿Qué hay que tener para ser un buen director de coral?

Para poder asegurar el futuro de una coral, el director es clave. Hace falta que sepa dinamizar, comunicarse bien con los integrantes de la coral y saber elegir el repertorio, que no puede ser igual para todos los grupos ni para todos los lugares.

¿Qué es para usted la voz?

Se puede expresar todo incluso cuando no quieres que lo exprese. Si uno no está bien anímicamente se nota con la voz, te puedes quedar sin voz solo porque te has disgustado y no porque hayas gritado a nadie ni te hayas peleado. De la rabia que puedas tener adentro te puedes quedar sin voz.

¿Qué le ha dado la música?

Para mí, además de una manera de vida, me lo ha dado todo. Me he divertido mucho, he conocido a mucha gente, que no solo ha cantado sino que me ha ayudado, he cantado durante 27 años en la coral Sant Jordi. El ambiente que yo he podido conocer y disfrutar no sé si todo el mundo lo tiene o lo ha tenido.

Cada coral tiene su vida interior, la directora o el director marca mucho. Hay coros que hemos vivido mucho el ambiente político, es el caso de la Coral Sant Jordi, que siempre tuvo un vínculo muy fuerte en este sentido.

¿Cómo era cantar bajo las órdenes de Oriol Martorell, fundador y primer director de la Coral Sant Jordi?

A veces era complicado. Recuerdo que un año se negó a cantar unos villancicos en castellano y yo lo defendí por motivos musicales. No era fácil, pero era uno muy buen profesional!

La música me ha permitido viajar y conocer otras maneras de vivir en la época franquista. Recuerdo cantar en el Palau de la Música con los grises vigilando a ver si correspondía con lo que llevaba el programa. Eran las épocas de la censura y nos pusieron multas, en muchos momentos, por cantar canciones fuera de programa.

Tengo muy presente el día que repetimos El vent del cantante Raimon y nos multaron, porque no estaba previsto. También estrenamos un uniforme estampado, cuando todo el mundo iba de blanco y negro.

¿La música la ha hecho más combativa?

En ciertos aspectos sí. Me ha ayudado a pensar que yo podía, a decir que soy capaz, a plantar cara. Yo lo he dicho cantando.