Experta del Consejo de las Personas Mayores de Cataluña.

 

  1. ¿Cuál sería para ti la definición de envejecimiento activo?

Hay una mala interpretación general del envejecimiento activo porque no significa sólo “hacer cosas”. El envejecimiento activo es la autonomización de las oportunidades de bienestar físico, social y mental y también entra la participación, un aspecto muy importante. Tenemos que tener claro que envejecemos según hemos vivido, pero tenemos la capacidad de cambiar, de mejorar y de hacer cosas al hacernos mayores que quizás no habíamos podido o querido hacer de jóvenes. En cuanto a las personas que están en situación de absoluta dependencia, si respetamos sus derechos también están participando en las decisiones sobre su vida y eso también es envejecimiento activo.

  1. ¿Crees que surgirán nuevas estructuras, iniciativas y formas de participación social cuando las personas que nacieron a finales de los 60 y principios de los 70 se jubilen?

Incluso las personas que ya hemos entrado a la etapa del envejecimiento somos unos nuevos viejos porque tenemos otras oportunidades y otro nivel de formación. En general, hoy en día, es rarísimo encontrar a una persona mayor que sea analfabeta. Además, tenemos más salud porque nos cuidamos más, somos más conscientes de que tenemos derechos y también de que nos quedan muchos años de vida por delante. En el momento en el que la gente se jubila se abre un gran abanico de alternativas para ver qué quieren hacer con su vida y están surgiendo iniciativas en todo el mundo sobre las diferentes maneras de vivir. Por ejemplo, quizás hay gente que no le conviene continuar viviendo en su vivienda porque se les ha quedado grande o porque están demasiado solos; es aquí cuando surgen nuevas formas de vida y surgirán muchas más. Es evidente que las personas son diferentes y, por lo tanto, sus necesidades también lo son y esto propiciará que surjan nuevos equipamientos y recursos. Tenemos tendencia a pensar que la vida continúa igual y la vida cambia para todo el mundo, incluidas las personas mayores.

“La vejez en sí no es satisfactoria porque es la edad de las pérdidas.”

  1. Eres una persona que siempre se ha preocupado por la salud mental de las personas mayores. ¿Qué consejos les darías para que cuiden su mente?

La mente, en cierto modo, es como una puerta: si no la abres las bisagras se oxidan. Mi consejo es que se relacionen, que se interesen, que lean, que si les gusta jueguen a cartas, al dominó… pero, sobre todo, que tengan la mente activa. Si ven que les flojea no tienen que preocuparse porque hay muchos programas en Internet o en los centros de servicios sociales para conseguir que la memoria se deteriore más lentamente. Las personas mayores no tienen que intentar mantenerse jóvenes, tienen que intentar envejecer bien. En nuestro país, en contra de mi opinión, esta definición se traduce muchas veces en envejecer satisfactoriamente, pero la vejez en sí no es satisfactoria porque es la edad de las pérdidas. El perder capacidades, perder entorno y perder tantas cosas que perdemos durante la vejez… evidentemente no es agradable. Pero podemos vivir bien y podemos ser felices: tenemos que hacer cosas para envejecer bien y que el deterioro sea lo más lento posible. Esta pérdida es inevitable pero el ritmo en que se desarrolla depende mucho de la vida que has vivido y de la que llevas, de qué haces y, sobre todo, de sí eres una persona que está en un rinconcito pensando “ya no puedo o no sé” o de sí eres una persona que dice “voy a ver si puedo o si sé”.

  1. Según las estadísticas muchas personas de más de 65 años se sienten solas y necesitan acompañamiento. ¿Cómo se podría resolver la soledad?

La soledad muchas veces es una actitud. Últimamente está aumentando el número de personas mayores que viven solas y que quieren seguir viviendo solas mientras tengan la capacidad para hacerlo. Evidentemente, hay gente que no se lo puede permitir por cuestiones físicas o mentales o porque no dispone de un entorno favorable y es aquí donde tiene que responder la sociedad ofreciendo y facilitando a estas personas la posibilidad de participar, si es que quieren. Cada vez somos más personas mayores y cada vez seremos más porque parece ser que los viejos hemos cogido ‘el vicio de no morirnos’ por lo tanto, nosotros mismos podemos tener la solidaridad de acompañar a los demás. También hay cantidad de ofertas: centros cívicos, servicios sociales o programas de detección como el Radars. Lamentablemente, hay personas que viven en residencias o con sus familias y están solas y no hay nada peor que la soledad en compañía. Tengo 17 nietos, un bisnieto y 7 hijos y no querría que ninguno de ellos viniera a verme de manera forzada. La cuestión es que no existen soluciones, pero lo que sí podemos hacer desde la sociedad es fomentar que se creen planes de buen trato a las personas mayores para favorecer estas relaciones, siempre y cuando se respeten los deseos de las personas.

  1. Eres una persona muy comprometida con las mujeres mayores como lo demuestra tu vinculación a la Asociación Mujeres Mundi y a la Asociación Europea Old Womens Network Europe. ¿Cuáles crees que son los principales problemas que sufre una mujer mayor?

Las mujeres mayores de hoy en día sufren el resultado de su historia y de lo que han vivido. Muchas mujeres de mi generación o no trabajaron (si la situación económica familiar lo permitía) o trabajaban en empleos que no estaban reconocidos como por ejemplo en el campo o en su casa como cosedoras o planchadoras. La situación económica de las mujeres siempre ha sido peor: el hombre era el que trabajaba y la mujer se quedaba en casa ayudando y, en cualquier caso, la aspiración más grande de la familia era que se casara con alguien adinerado. Por eso hay una gran diferencia entre las jubilaciones de los hombres y las mujeres. Según las estadísticas, se tarda una hora más en atender de un infarto a una mujer que a un hombre. Encima, tenemos más esperanza de vida. Las mujeres que ahora somos mayores, en general nos casábamos relativamente jóvenes con hombres que ya se ganaban la vida, por lo tanto eran más mayores con lo cual hay cantidad de viudas en proporción con los viudos. Todavía tenemos que luchar porque continúan existiendo muchas diferencias entre hombres y mujeres, por ejemplo, en el ámbito laboral.

“No queremos nada más por el hecho de ser grandes, queremos lo mismo que los otros, el que nos corresponde.”

“Una residencia no es un lugar para ir a morir, es un lugar para seguir viviendo.”

  1. Colaboras con FATEC en el programa La residencia en la que me gustaría vivir donde analizáis las diferentes residencias. ¿Cómo tendría que ser la residencia dónde le gustaría vivir a Mercè Mas?

Nosotros lo que nos planteamos es que las personas mayores tienen los mismos derechos que todo el mundo. Con la edad perdemos muchas cosas, pero no perdemos los derechos aunque exista una tendencia a que no sean reconocidos. Hay muchos movimientos de grupos que quieren “leyes por las personas mayores” y yo siempre he vivido absolutamente contraria a esta tendencia. No queremos nada más por el hecho de ser mayores, queremos lo mismo que los demás, lo que nos corresponde. No queremos un trato especial, aunque hay personas mayores que tienen un nivel de dependencia más alto y, evidentemente, necesitan una atención especial pero igual que pasaría con una persona de otra edad. Yo tengo claro, y mis hijos lo saben, que si pierdo la capacidad de vivir de manera autónoma (capacidad de decidir), quiero ir a vivir a una residencia donde existiera una ACP (Atención Centrada en la Persona). Donde estudiaran, si yo lo pudiera manifestar, mi capacidad de vida, mi historia, como quiero vivir, qué me gusta… Una persona que tiene que ir a vivir a una residencia tiene que sentirla como si fuese su casa porque no es un lugar para ir a morir, es un lugar para seguir viviendo. Las personas mayores necesitan pequeños gestos: que los toquen o que los llamen por su nombre y hay mucho personal que no se esfuerza en cuidar estos detalles. Las personas que no están bien y reciben este trato, cada día estarán peor porque nadie las estimula.

  1. ¿Cómo crees que condicionarán las nuevas tecnologías y las redes sociales a las nuevas generaciones de personas mayores?

Para bien y para mal. Te pongo un ejemplo: a mí el domingo por la tarde siempre me llamaban mis 7 hijos para ver cómo estaba pero ahora estamos siempre en contacto, saben qué estoy haciendo y esa llamada ya no se produce. De hecho, cuando les suena el teléfono de casa saben que soy yo porque soy la única persona que los llama al fijo. Si a alguien le ponen Teleasistencia y resulta que el hijo o la hija lo llamaba cada día para quedarse tranquilo o tranquila, ahora ya no lo hace porque dispone de este servicio y se despreocupan un poco. Pero la tecnología puede ser fantástica para muchas cosas: la gente tiene acceso a cantidad de programas culturales, de entretenimiento, juegos… es decir, tienes al alcance unas posibilidades muy fáciles para conectarte con todo el mundo. Yo, de hecho, estoy en un grupo en el que trabajamos una serie de personas de Europa con unos intereses en común y para este tipo de relaciones o uso, es magnífico.

  1. ¿Crees que las personas mayores tienen suficiente espacio en los medios de comunicación? ¿El abordaje que estos hacen es adecuado?

Prácticamente no hacen ninguno. Y si en algún momento salimos, es de forma excepcional. Me refiero a que esa persona mayor es diferente o es un caso exclusivo. Y no es así, son muchas las personas mayores que tenemos la suerte de poder estar activas o de tener los medios para hacerlo, pero todo esto no es interesante. ¿Qué sale? La demografía, que somos cada vez más o que hacemos consumo de los servicios sociales y de los hospitalarios.

  1. ¿Qué destacarías de tu experiencia como abuela?

Te explicaré el ‘piropo’ que me dijo uno de mis nietos hace poco: “Abuela, cuando yo tenía 15 años te veía como una persona muy mayor con quien no podía hablar depende de qué cosas y ahora te veo como una persona como yo, con quien puedo hablar de cualquier tema.” Esto es una satisfacción muy grande porque además sientes todo el placer de un padre o una madre sin tener una responsabilidad tan grande. Es decir, les das todo lo que puedes pero la educación es responsabilidad de los padres (aunque cuando no están tú también lo haces). Yo disfruto mucho con mis nietos, me lo paso muy bien y tengo la suerte de poder viajar con ellos. He ido a China, Kenia, Costa Rica… y ahora tengo una boda en los Estados Unidos de una nieta y me llevo a otra porque le hace mucha ilusión vivir un casamiento a la americana. La verdad es que tengo mucha suerte como abuela.