Tengo 57 años. Nací en Barcelona y vivo a Casado, dos hijos. Dirijo un despacho de arquitectura especializado en edificios para gente mayor. Las personas tendrían que estar en el centro de la política.

La perspectiva de acabar en una residencia nos parece triste…

Nos tenemos que replantear como y dónde vive nuestra gente mayor.

¿El coronavirus ha sido la gota que hace derramar el vaso?

Hace tiempo que el sector, desde todos los puntos de vista, también el arquitectónico, trabaja para cambiar el modelo de atención en los grandes. Ahora tenemos que añadir las pandemias infecciosas a la ecuación.

¿Por qué no nos gustan las residencias?

Hasta ahora, en España, hemos diseñado residencias como si se tratara de edificios híbridos entre hoteles y hospitales, espacios terriblemente institucionales y muy alejados del que todos entendemos como un hogar.

En muchas residencias la gente mayor vive al margen de la ciudad y de los ciudadanos.

Es cierto, a menudo las residencias han servido para la guetització de nuestra gente mayor, haciéndolos abandonar casa suya y dejando los centros de las ciudades sin ellos.

¿Cuál es la alternativa?

Hay que intentar que la gente viva no como casa, sino que viva en casa, pero dentro de un centro residencial. Es el modelo arquitectónico que se aplica, con diferentes características, en países del norte y el centro de Europa: la atención centrada en la persona.

¿Y cómo se aplica esto?

Creando pequeñas unidades acogedoras de cono­vivencia que son como viviendas grandes compartidas por un número relativamente reducido de personas (entre 8 y 20) situadas dentro de una residencia, totalmente autónomas unas de las otras y bajo la misma gestión global.

¿Cada vivienda con cocina, salonet, dormitorios…?

Sí. Las unidades pequeñas facilitan mucho la orientación de las personas y reducen el estrés y la depresión, con la consiguiente disminución de la farmacología, y a la vez consiguen más satisfacción de los trabajadores.

No todas las personas grandes tienen el mismo nivel de independencia.

Cada una de estas unidades está preparada para diferentes perfiles de personas. Es un modelo mucho más efectivo ante una nueva pandemia infecciosa: hemos comprobado que los ­casos de éxito han estado por confinamiento de trabajadores con los ancianos, o grupos pequeños con desinfección de todo el mundo que entraba.

No quiero que a los 80 me hablen como una niña ni me digan el que tengo que hacer.

Creo firmemente que las residencias se tienen que diseñar con el objetivo de crear entornos más domésticos y alejados de los hospitales. Entornos que garanticen el sentido de pertenencia, la empoderament de las personas.

Creo que todos queremos esto.

Cuando una persona entra en una antigua institución geriátrica pierde las conexiones familiares y se vuelve dependiente porque el centro se encarga de todo. Tenemos que evitar la institución, su imagen y esta pérdida de autonomía.

¿Qué basura con la soledad?

Encontrar la manera de abrir las residencias en los barrios porque diferentes generaciones de personas puedan socializarse con los ancianos.

¿Y cómo se consigue esto?

Con edificios que no estén aislados y que tengan salas polivalentes que puedan servir porque vecinos del barrio se reúnan para celebrar acontecimientos, dar clases… Pueden tener una sala bar que puede ser pública además de dar servicio a la residencia, el jardín puede ser compartido, con mobiliario para niños.

¿Qué más?

La sala de fisioterapia puede dar servicio en el ­barrio, la cocina y la lavandería también… En esto estamos trabajando con un grupo de expertos de diferentes ámbitos (médicos, psicólogos, ingenieros, abogados, gerontòlegs, directores de residencias…). Y también al crear, ayudados por la tecnología, espacios más seguros y libras.

¿Ha visto funcionar modelos similares?

Sí, hay bastantes experiencias en marcha, a la residencia Humanitas en Holanda los estudiantes viven gratuitamente en cambio de pasar un tiempo con los residentes. Y a Santander ya hay una residencia con guardería.

Esto implica un cambio de mentalidad de la sociedad: confiar en nuestra gente mayor.

Para muchos de ellos, algunos nonagenarios, el mejor del lugar donde viven es la presencia de los estudiantes o de los niños, los estimula y los ayuda a mantenerse jóvenes.

Los norteamericanos crean urbanizaciones para la tercera edad.

Edificios de apartamentos para personas sin dependencias con muchos espacios compartidos y con unidades pequeñas para personas asistidas e incluso con unidades para personas con demencias.

Me quedo con el cohousing .

La autogestión del conjunto desde el minuto uno por parte de los residentes es un modelo que ha tenido mucho éxito tanto a los países anglosajones como a los mediterráneos.

Hay espacio para todos estos modelos.

Sí, en todo caso se trata de construir residencias más humanas, donde las personas quieran ir porque saben que la intimidad y su voluntad será respetada. En esto los arquitectos tenemos mucho a ofrecer. Hay necesidad, hay déficit de plazas residenciales, aprendamos de los errores, hagámoslo bueno.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/lacontra/20200429/48802940057/hem-de-replantejar-nos-com-i-on-viu-la-nostra-gent-gran.html