Vocal de Ortopedia del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona

Montse Gironès es titular de una oficina de farmacia desde 1999. Trabajar detrás del mostrador de su farmacia, situada en la zona de Ciutat Vella de la ciudad de Barcelona, le ha permitido estar en contacto con mucho tipo de personas, también gente mayor del barrio que busca en el farmacéutico un apoyo para encontrar el mejor consejo o recomendación en la hora de seguir un tratamiento o tomar un medicamento.

“Nosotros no vendemos medicamentos, sino que dispensamos fármacos. Conocemos bien los usuarios, también su pauta de medicación, hacemos un un análisis de su patología y en función de esto aconsejamos el mejor tratamiento”, asegura.

 

En los últimos años la farmacia se ha ido convirtiendo en un híbrido no solo de medicamentos. ¿Tienden a convertirse en un centro de productos por el bienestar y de servicios?

Con los años nos hemos ido adaptando. Hemos ido incorporando productos y quizás hemos prescindido otros. Ahora hay un colectivo de seniors -personas en situación de envejecimiento activo- que tienen entre 60 y 80 años de edad y que buscan, gracias a la ortopedia, instrumentos y medidas que pueden ayudar a prevenir, y mejorar ciertas dolencias.

Son complementos que se han incorporado en algunas farmacias, pero dependiendo de la ubicación en la cual se encuentra, la oferta cambia mucho. Los productos y servicios que se ofrecen se adaptan a las necesidades de los usuarios del entorno. Hay un factor que nos pesa, la bajada del precio de los medicamentos por parte del Estado nos ha obligado a adaptarnos.

A pesar de todo, la fuerza de la oficina de la farmacia está en el farmacéutico. Somos profesionales que conocemos bien a los usuarios y cuando nos pidan un medicamento, preguntemos a la persona por los síntomas, aconsejemos y recomendemos el mejor tratamiento, a veces un fármaco.

¿Vivimos en una sociedad demasiada medicalizada?

La gente mayor, habitualmente, lo que quiere es consumir los medicamentos justos y necesarios. Cuanto mayor se hace la persona, menos fármacos quiere tomar. Aquí ha habido un cambio de conciencia, porque pienso que cada vez estamos consiguiendo promover hábitos más saludables en las personas. Cada vez hay más gente mayor que tiene cura de su salud, no solo cuidando su alimentación o con la práctica de salir a andar, sino que opta para hacer actividades que ayuda a relacionarse y a interaccionar con otras personas. Y esto es envejecimiento activo.

A pesar de esta realidad, ¿hay personas mayores que en casa suya tienen auténticos almacenes de medicamentos. ¿Qué puede hacer el farmacéutico?

La acumulación de medicamentos, con la receta electrónica, se ha minimizado mucho. El farmacéutico no va a los domicilios de las personas, como sí que hacen las enfermeras, porque no es nuestro trabajo. Si hay que poner orden a los botiquines de las personas y si nos lo piden podemos colaborar desde la farmacia.

Los farmacéuticos trabajamos con red, con los otros profesionales de la salud, especialmente los de los centros de atención primaria, y aquí también hay que incluir los servicios sociales. Cada vez hay más gente mayor y tenemos que trabajar en equipo, de manera integrada.

¿Qué servicios ofrecéis los farmacéuticos desde vuestra oficina para acercaros a las personas mayores?

Actualmente en la ciudad de Barcelona hay más de 500 farmacias que estamos participando del programa Radares, una iniciativa impulsada para el Ayuntamiento dirigida a detectar personas mayores en riesgo de aislamiento social. Aquí el rol de los comercios y especialmente de las farmacias es básico.

Los farmacéuticos somos los profesionales de la salud más próximos, nadie nos pide visita ni hora y estamos a pie de calle y, por lo tanto, podemos ayudar a detectar muchas situaciones que se producen en nuestro entorno y contribuir a luchar contra la soledad.

En el caso del programa Radares, si el usuario lo necesita y han actuado los servicios sociales, desde la farmacia los ayudamos a revisar la medicación, mejorar su adherencia al tratamiento y promover también hábitos más saludables. Esta iniciativa nos ha permitido trabajar codo en codo con los trabajadores sociales, una pierna de atención que hay que incorporar.

En el caso de las personas mayores, una de las dificultades en el uso de medicamentos es entender y sobre todo leer la letra pequeña de los prospectos de los fármacos. ¿Os planteáis alguna medida desde el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona?

Es verdad que los prospectos cada vez son más extensos y muy densos y, por lo tanto, la letra cada vez más pequeña. Desde las farmacias, damos la pauta al usuario y promovemos la educación en la presa del medicamento, haciendo una atención personalizada.

Pocas personas se miran los prospectos de los medicamentos y es verdad que si la letra fuera más grande, quizás se los mirarían más. Pero en cualquier caso, el usuario por suerte, confía mucho en su farmacéutico.

En algunos casos hay personas grandes que toman varios medicamentos a la vegada y que pueden causar interacción. ¿Cuál es el papel en este caso del farmacéutico?

En el caso de los usuarios habituales, especialmente personas con dolencias crónicas, desde la farmacia conocemos la pauta de medicamentos y hacemos un seguimiento. Si detectamos cualquier anomalía también nos ponemos en contacto con el médico.

Desde hace años ofrecemos el Servicio Personalizado de Dispensación (SPD), que permite dosificar y hacer seguimiento personalizado de la medicación para pacientes crónicos y polimedicados. Actualmente ya hay 1.331 farmacias de la provincia de Barcelona que participan.

Los farmacéuticos también impulsamos programas de educación sanitaria para personas mayores. Ofrecemos talleres y charlas en centros cívicos, casales y residencias geriátricas, para ayudar a reducir los niveles de colesterol, de tensión arterial y hacer un buen uso de los antibióticos y del resto de medicamentos.